MHDCC - Edith Obaid, Ignacio Muñoz Cristi, Zacarías Norambuena

jueves, 25 de octubre de 2012

COLECTIVO MAPOCHO ANÍBAL RICCI Y CARLOS PEÑA Y LILLO



INVITADOS: Taller Mapocho, Aníbal Ricci y Carlos Peña y Lillo, en representación de sus compañeros Roberto Rivera Vicencio, Mario Torres Dujisin, David Costa Arellano, Marcela Undurraga, David Espinoza Medina.

ANÍBAL RICCI
Aníbal Ricci Anduaga nace en Santiago en 1968.

Se titula de Ingeniero Comercial en la Universidad Católica de Chile y comienza a escribir a mediados de los años noventa motivado por su afición al cine.

Entre 2002 y 2004 participa del Taller Mapocho, río y estación, que conduce el escritor Roberto Rivera Vicencio, y que cristaliza en la publicación en 2005 de sus primeros cuentos en el libro colectivo “Tren de Aterrizaje” junto a una decena de jóvenes escritores.

En 2007 publica su primera novela “Fear”, mezcla de vivencias del autor por diversos países latinoamericanos donde se muestra una sociedad que ha perdido límites a través de un personaje que no entiende el engranaje tecnológico en que está inmerso.

En 2008 publica “Sin besos en la boca”, compilado de veintidós cuentos que abordan diferentes formas de amor, locura y odio.

En 2011 publica “Tan lejos. Tan cerca”, motivado por la búsqueda de la naturaleza del poder y su multiplicidad de aristas.


Señales de Ruta:


CARLOS PEÑA Y LILLO
Toda mi vida ha sido como una gran carrera. Nací en un pequeño pueblo llamado Rengo hace 51 años, mis primeros recuerdos transcurren en una humilde pieza de adobe  con piso de tierra, junto a mi madre y mi hermano  mayor. Pasaron algunos años para que las visitas esporádicas de mi padre se convirtieran en estables y permanentes. La familia de mi padre era de situación holgada, un tío era dueño de uno de los diarios que circulaban dos veces por semana “La Verdad” y otro tío   imprimía el diario de la competencia “El Renguino”.
 Por las tardes llegaba hasta la imprenta de  mi tío Omar y esperaba la salida de los diarios, cuando estos estaban en mis manos iniciaba una carrera sin descanso hasta  la plaza, tenía que llegar primero que los demás chicos que repartían, si perdía o llegaba tarde la venta disminuía bastante al igual que el pago. Ahí a grito pelado los  vendía,  recorriendo   las principales calles. Al otro día hacía lo mismo pero con los diarios de las letras rojas de mi tío Hugo. Me habitué a hacer muchas cosas a la vez, mi carácter me impedía darme por vencido con facilidad en los desafíos que emprendía. Durante mis estudios siempre trabajé y cuando comencé a trabajar siempre estudié. Creo que esto ha sido fundamental, la dualidad ha sido para mí la clave. Me acostumbre a hacer las cosas rápido y a correr  riesgos, arreglando la carga en el camino como se dice. Cuando nació mi primera hija  cursaba  el tercero medio de un liceo politécnico, y dos años después mi hijo, y tendrían que pasar once para que llegara mi última niña.  Pasé por muchos trabajos y rubros, siempre desempeñándome en mi especialidad (la electrónica e instrumentación industrial). Haber trabajado en tantos lugares y conocer mucha gente me sirvió para afianzarme profesionalmente y recoger  experiencias de vida. La lectura ha sido muy importante durante mi existencia, he destinado bastante tiempo   en leer libros, junto a la gran capacidad  que tengo de asimilar historias y chistes, que durantes paseos y tertulias nocturnas me regocijo  contándolas. Creo  que sin esta base no hubiera sido posible este desafío.  
Escribir este libro llegó a mí, como ha llegado todo a mi vida, rápido como una carrera, desde que mi colega y amigo Alejandro Mamani al ver algunos escritos fugases me instó a escribir,  de ahí no paré hasta llegar a la primera meta, esta recopilación de cuentos. Mientras escribía estas historias  asistía a los talleres literarios de Yuri Pérez, y así aprender las técnicas necesarias para  transformar las vivencias en cuentos, y para  que el lector asimile de forma amena y fácil lo que he querido transmitir.   En siete meses he plasmado en estas hojas las historias de vida de compañeros de trabajo, amigos,   padres, hermanos (diez en total)  y algunas de mis propias  vivencias, matizadas con un toque de humor, realismo y algo de ficción. Sin ocultar o disfrazar nada, dejando afuera el pudor y el prejuicio.   El lenguaje es coloquial y la jerga es la nuestra, la que utilizamos a diario.      

Señales de Ruta:



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COLECTIVO MAPOCHO ANÍBAL RICCI Y CARLOS PEÑA Y LILLO



INVITADOS: Taller Mapocho, Aníbal Ricci y Carlos Peña y Lillo, en representación de sus compañeros Roberto Rivera Vicencio, Mario Torres Dujisin, David Costa Arellano, Marcela Undurraga, David Espinoza Medina.

ANÍBAL RICCI
Aníbal Ricci Anduaga nace en Santiago en 1968.

Se titula de Ingeniero Comercial en la Universidad Católica de Chile y comienza a escribir a mediados de los años noventa motivado por su afición al cine.

Entre 2002 y 2004 participa del Taller Mapocho, río y estación, que conduce el escritor Roberto Rivera Vicencio, y que cristaliza en la publicación en 2005 de sus primeros cuentos en el libro colectivo “Tren de Aterrizaje” junto a una decena de jóvenes escritores.

En 2007 publica su primera novela “Fear”, mezcla de vivencias del autor por diversos países latinoamericanos donde se muestra una sociedad que ha perdido límites a través de un personaje que no entiende el engranaje tecnológico en que está inmerso.

En 2008 publica “Sin besos en la boca”, compilado de veintidós cuentos que abordan diferentes formas de amor, locura y odio.

En 2011 publica “Tan lejos. Tan cerca”, motivado por la búsqueda de la naturaleza del poder y su multiplicidad de aristas.


Señales de Ruta:


CARLOS PEÑA Y LILLO
Toda mi vida ha sido como una gran carrera. Nací en un pequeño pueblo llamado Rengo hace 51 años, mis primeros recuerdos transcurren en una humilde pieza de adobe  con piso de tierra, junto a mi madre y mi hermano  mayor. Pasaron algunos años para que las visitas esporádicas de mi padre se convirtieran en estables y permanentes. La familia de mi padre era de situación holgada, un tío era dueño de uno de los diarios que circulaban dos veces por semana “La Verdad” y otro tío   imprimía el diario de la competencia “El Renguino”.
 Por las tardes llegaba hasta la imprenta de  mi tío Omar y esperaba la salida de los diarios, cuando estos estaban en mis manos iniciaba una carrera sin descanso hasta  la plaza, tenía que llegar primero que los demás chicos que repartían, si perdía o llegaba tarde la venta disminuía bastante al igual que el pago. Ahí a grito pelado los  vendía,  recorriendo   las principales calles. Al otro día hacía lo mismo pero con los diarios de las letras rojas de mi tío Hugo. Me habitué a hacer muchas cosas a la vez, mi carácter me impedía darme por vencido con facilidad en los desafíos que emprendía. Durante mis estudios siempre trabajé y cuando comencé a trabajar siempre estudié. Creo que esto ha sido fundamental, la dualidad ha sido para mí la clave. Me acostumbre a hacer las cosas rápido y a correr  riesgos, arreglando la carga en el camino como se dice. Cuando nació mi primera hija  cursaba  el tercero medio de un liceo politécnico, y dos años después mi hijo, y tendrían que pasar once para que llegara mi última niña.  Pasé por muchos trabajos y rubros, siempre desempeñándome en mi especialidad (la electrónica e instrumentación industrial). Haber trabajado en tantos lugares y conocer mucha gente me sirvió para afianzarme profesionalmente y recoger  experiencias de vida. La lectura ha sido muy importante durante mi existencia, he destinado bastante tiempo   en leer libros, junto a la gran capacidad  que tengo de asimilar historias y chistes, que durantes paseos y tertulias nocturnas me regocijo  contándolas. Creo  que sin esta base no hubiera sido posible este desafío.  
Escribir este libro llegó a mí, como ha llegado todo a mi vida, rápido como una carrera, desde que mi colega y amigo Alejandro Mamani al ver algunos escritos fugases me instó a escribir,  de ahí no paré hasta llegar a la primera meta, esta recopilación de cuentos. Mientras escribía estas historias  asistía a los talleres literarios de Yuri Pérez, y así aprender las técnicas necesarias para  transformar las vivencias en cuentos, y para  que el lector asimile de forma amena y fácil lo que he querido transmitir.   En siete meses he plasmado en estas hojas las historias de vida de compañeros de trabajo, amigos,   padres, hermanos (diez en total)  y algunas de mis propias  vivencias, matizadas con un toque de humor, realismo y algo de ficción. Sin ocultar o disfrazar nada, dejando afuera el pudor y el prejuicio.   El lenguaje es coloquial y la jerga es la nuestra, la que utilizamos a diario.      

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